IV Edición: Recursos energéticos & mineros

Cómo convertir un derecho humano en un agente de desarrollo utilizando la energía solar

Para todos es ampliamente conocido el hecho que el agua es esencial para la vida, pero no todo tipo de agua, sólo la limpia, tratada y apta para el consumo. No obstante, pocos asocian que llevar el agua desde las condiciones en su origen hasta la necesaria por una población es un servicio que se compone de un número importante de recursos, insumos, y procesos tecnológicos.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 6 establece que en el 2030 debe existir un acceso universal al agua limpia y saneamiento (WASH, por sus siglas en inglés), lo que a la fecha de hoy 1/3 de la población mundial no tiene. Cuando se detalla el número, se descubren cifras alarmantes, como por ejemplo que 700 millones de personas en el planeta no cuentan con acceso al agua potable, que 2 millones mueren cada año como consecuencia de enfermedades de origen hídrico -equivalente a la población de Houston, Texas- y que en Latinoamérica, más de 40 millones de personas viven bajo esa condición, 63 % de ellos en zonas rurales/remotas, muy difíciles de atender.

Al apreciar las inversiones realizadas en WASH de data reciente, se puede observar que el enfoque, en un gran porcentaje, está en resolver el problema de salud que, si bien es importante, no garantiza la sostenibilidad a largo plazo de la inversión. Surgen preguntas como: ¿Qué sucede cuando algún componente se avería?, ¿Quién debe velar por su reparación, la comunidad, el Estado, un privado?, y la más importante, ¿Quién debe costear la reparación? Es difícil empoderar a una población en resolver su propia situación cuando esta no tiene los recursos técnicos o financieros para ello.

De manera que, para garantizar la sostenibilidad a largo plazo de un sistema de potabilización, se deben cumplir 3 claves: 1) otorgar salud, 2) empoderamiento local, y 3) medios alternativos que permitan que la comunidad cubra los costos de operación.

Este año inauguramos en una comunidad rural de Venezuela una planta potabilizadora piloto que emplea energía solar en su proceso, siendo la primera planta de este estilo del país y la que, a su vez, cuenta con el sistema de captación solar térmico activo más grande. Su operación es autosostenible porque no depende de la venta del agua potable para cubrir sus costos de operación sino del agua destilada que produce, la cual tiene un precio de venta 40 veces mayor que el del agua potable. De esta forma, podemos subsidiar el precio de venta del agua potable para la comunidad y donar a los más vulnerables de la misma, que son los niños, ancianos, y usuarios de las instituciones. A su vez, el agua destilada es materia prima en un gran número de procesos comerciales que van desde la cosmética, farmacéutica, hasta la preparación de alimentos.

Todo este movimiento genera la base que fomenta en las comunidades el desarrollo de microemprendimientos, combinando sus recursos locales con el agua destilada. En nuestro piloto, luego de formar a 105 personas en emprendimiento y usos del agua destilada, se han creado o pivotado 11 iniciativas de negocios, varias ya con tracción de mercado y cuatro de ellas que utilizan agua destilada en sus operaciones. En lo que respecta al agua potable, en apenas cuatro meses de operación, se han despachado más de 20 mil litros a la fecha y donado de forma recurrente a 13 escuelas y cuatro instituciones. Queda aún por recorrer.

Estamos en presencia de un círculo virtuoso de emprendimiento, empoderamiento y salud. Todo esto gracias a convertir el Sol en el motor de desarrollo, combinando recursos locales con la creatividad del ser humano.