Mi placer secreto: ver documentales
Con esta confesión corro el riesgo de que me expulsen de varios grupos de amigos, pero sí. Lo confieso abiertamente: soy fanático de ver documentales. Por buena parte de mi vida, para mí fue como un placer íntimo que disfrutaba a escondidas. Y cuando la mayoría de mis amigos solo me hablaba de Juego de Tronos, La Casa de Papel y La Casa del Dragón yo sólo me limitaba a escuchar (porque la vez que traté de hablar de La Casa del Dragón, pensé que estaban hablando de un restaurante chino).
Incluso cree un grupo de apoyo llamado Documentahólicos Anónimos, en donde conocí varios casos de personas que también tenían esa horrible adicción. Había alguien que pensaba que se merecía la gerencia de finanzas de su trabajo por haberse visto cinco documentales de criptomonedas. También supe de alguien que trataba a los fanáticos de Rápidos y Furiosos como personas de raza inferior que debían desaparecer del planeta. Incluso hubo una persona que llegó con el brazo fuertemente arañado porque la novia quería desaparecerle, a punta de uñazos, un tatuaje que tenía de la BBC de Londres.
Aunque luego de tocar fondo, me envalentoné y decidí abrazar a quien soy, aceptarme y no mentirle al mundo. Desde ese día, mi vida cambió y el mundo me comenzó a sonreír (y hasta pensé en hacer un documental de mi salida del clóset cinematográfico). En definitiva: comencé a ver todos los beneficios de mi documentafilia.
En primer lugar, los documentales son el mejor método anticonceptivo que existe. Es que ninguna persona va a querer ir a su casa para ver Netflix en plan romántico (y si va, no pasará nada porque se quedará dormida mientras usted sigue viendo Mi maestro el pulpo). Por ello, así como existen el preservativo, la pastilla anticonceptiva y el método del ritmo, yo he conseguido métodos como el Nat Geo, el Discovery Home & Health y el Michel Moore (y por favor, nunca combine los tres porque podría acabar en un monasterio).
Incluso, la mejor ida al cine que hay es la de ir a ver un documental que haya llegado a la gran pantalla. Fíjese: no tiene que comprar la entrada por internet, porque siempre hay entradas. De hecho, puede llegar cuando estén proyectando los tráileres e incluso así, encontrará la mejor silla. Es que, por lo general, siempre tendrá toda la sala para usted solo y eso le hará sentir como un magnate que tiene su propio cine privado.
Bueno, y además se da cuenta de que un documental en el cine es el mejor cupido que hay. Porque si encuentra a otra persona en esa sala, tenga por seguro que será tan rara como usted. Lo cual, automáticamente, la convertirá en su media naranja. Incluso, pueden aventurarse a hacer cositas en la sala y le aseguro que nadie se enterará. Porque no hay mejor afrodisiaco que la voz de un narrador español de Zaragoza hablando sobre los métodos de cortejo del pingüino emperador. ¿Ve? Grandes beneficios que jamás vivirán aquellos simple mortales que insisten en ir al cine para ver cosas de Marvel, Disney o Harry Potter.
Aunque este amor por los documentales también puede ser el mejor repelente de personas tóxicas que le rodean. Porque si tiene invitados en casa y quiere que todos se vayan, tan solo diga esto: “¡Vamos al televisor de la sala para ver un maratón de documentales sobre el plástico en el océano!”. Inmediatamente la gente comenzará a irse con excusas como que deben lavar las trenzas de sus zapatos.
Pero bueno, también lo cierto es que los extremos y los fanatismos tampoco son buenos. Y como no quiero quedarme solo en la vida, de ahora en adelante cederé un poco a la presión social y bueno… prometo verme toda la saga de Juego de Tronos (pero claro, la saga de documentales de cómo se hizo).