Las paellas que triunfan en Atlanta y cuyo aspecto sorprendería a los valencianos

La noticia saltaba a los titulares hace unos días: un restaurante madrileño había ganado un concurso de paellas en Valencia. Barra libre para los chistes ante semejante afrenta, y una buena excusa para recordar que fuera de Valencia también saben hacer paellas y, por lo visto, bastante buenas. Incluso en Atlanta, donde el venezolano Arturo Yzaguirre ha convertido las paellas que elabora a domicilio en la nueva sensación gastronómica de las fiestas del lugar. Y que no cunda el pánico, las hace sin chorizo.

En la ciudad sede de Coca Cola y la CNN cuesta imaginar que haya un plato capaz de discutirle el protagonismo a la barbacoa en el jardín. Pese a ello, en los últimos tiempos la paella ha conseguido hacerse un hueco en los gustos locales gracias a este chef que aprendió a cocinarla en Venezuela y ha dedicado 16 de los 22 años que lleva en Estados Unidos a dominar este plato, primero en Miami, después en la capital de Georgia.

Así que tiene bien ganado poder definirse como un chef especializado en paella, la estrella absoluta del servicio de catering que ofrece para reuniones a partir de 25 personas. Un artículo en la revista Atlanta Magazine y su aparición en un programa de Food Network han servido para consolidar más su fama en la ciudad.

¿Pero dónde se consigue una paellera para tantas personas en Atlanta? En Internet, claro, nos confirma. Tanto el recipiente como los quemadores para cocinarla, aunque, según explica, a lo largo de estos años ha ido retocando y mejorando el diseño original. Por ejemplo, ha incorporado ahumadores que, a falta de fuego de leña, le dan un toque muy especial.

Pero es, sin duda, el showcooking alrededor de la preparación de la paella la auténtica marca de la casa y uno de los éxitos de su catering español. Eso y la colorida presentación de sus paellas, asegura.

Es verdad que la decoración de las paellas que pueden verse en su Instagram seguro que escandaliza a los más puristas del tema. Pero él lo explica de forma muy sencilla. “He conseguido tener un sello único y la decoración es parte de él, pero sin dejar de lado los sabores tradicionales. Por elaborar así un platillo tradicional no significa que pueda cambiar los sabores o ingredientes tradicionales”.

Defensor de un buen sofrito como base, ofrece cuatro variedades de paella: vegetariana, marinera, mixta (“mar y tierra”) y, sí, también se atreve con la valenciana. No hay -¡sorpresa!- conejo, caracoles o garrofó como mandan los cánones. De hecho, tampoco pollo, porque la prepara a base de cerdo y ternera.

Pero no olvidemos que esto es Atlanta. Así que igual tampoco toca ponerse demasiado estupendos con alguien que lleva años abanderando la cocina española a partir de uno de sus platos más representativos. Y que, además, parece saber lo que hace y hacerlo bastante bien.

Entre los ingredientes de todas estas versiones que elabora Yzaguirre -de bisabuelos vascos, por cierto- el ajo, el pimentón, el azafrán, las judías y guisantes, y también un chorrito de Jerez. “Dejo bien alto al plato típico español”, promete el chef.

Además de la paella (a partir de 22 dólares por persona), la carta incluye otros platos que, excepto el ceviche, también apuestan por versiones más o menos clásicas o libres de tapas españolas.

De hecho, la tortilla de patatas ocupa, con permiso de la paella, un lugar destacado entre las propuestas. La hay clásica, con pimentón, con chorizo, o de chorizo y jalapeño. Todas, por cierto, con cebolla.

Tampoco faltan albóndigas a la madrileña, camarones al ajillo y una “tabla ibérica”. ¿Y para beber? Sangría, claro. Que preparan de forma artesana -asegura- en versión tinta (con vino, fruta, azúcar y brandy) y blanca, con vino blanco y mango, entre otras frutas.

Para acabar de animar el evento o la fiesta, además de las tapas y la paella también se puede contratar un “show de baile flamenco con tablao y guitarra española”.

¿Y su próximo proyecto? Abrir restaurante propio, nos cuenta. Cuál será el plato fuerte de este futuro local, no hace falta ni decirlo.